No quedan muchas palabras. Naranjas, la nueva obra de Alejandra Vieira, las consume con la intensidad de su calidez. En la ciudad, vivir también puede ser una forma de morir; esta propuesta sencilla y, por ello, radical recuerda que el privilegio no siempre está en vivir, sino en la suerte de elegir cómo morir.
Uno cree haberlo visto todo… hasta que aparece Naranjas y desarma esa certeza. Más aún cuando la historia transcurre en Lima: caótica, veloz, vertiginosa. Todo eso ya lo sabemos. En medio de ese ruido narrativo, Vieira entrega una puesta en escena profundamente humana, guiada por la mirada inocente de una niña.
Insisto: no tengo muchas palabras. Pero vale remarcar que Vieira habla desde un lugar de enunciación plenamente asumido: su Lima es una cárcel cotidiana cuyos barrotes invisibles dejan escapar, día tras día, al prisionero más descuidado—la empatía. Esa fuga silenciosa, asunto que la directora se empeña en dialogar, parece tan evidente como escurridiza: resulta difícil abordarla sin que termine encapsulada, igual que las botellas de jugos de naranja apiladas en el puesto de la esquina. Vieira entiende que no basta con mostrar la muerte; importa desde qué celda la miramos y con qué lucidez la interpelamos.
Reconozco que tengo mucho por decir de esta obra. Me ha llenado el alma con esa dulzura ácida que deja el buen arte cuando conecta con lo más hondo. Aplaudimos, muy conmovidos, esta creación que grita, pero sí cala. Una experiencia que no solo se presencia, sino que permanece.
Lugar: Club de Teatro de Lima (Av. 28 de julio 183 Miraflores )
Temporada: del 4 al 12 de julio
Funciones: viernes y sabados a las 9:15 pm. Entradas en Joinnus
Un montaje de Onírica Producciones