Una
obra situada en New York a finales de la década de los setenta, caracterizada
por el ser una ciudad convulsionada por la delincuencia, drogas y pornografía.
Con
una escenografía bien lograda que nos transporta décadas atrás encontramos a Don
y Michael, quienes desde una tienda de revistas para adultos tienen una
conversación de dispares. Cada uno desde su trinchera, Don con más de sesenta
años y el joven sin cumplir los veinte.
Don
trata de educar a Michael, hablándole sobre la vida, sobre lo que tiene que
hacer con su tiempo para no preocupar a su madre, este es de alguna forma, es la
única figura paterna que tiene el joven. Sin embargo, a su corta edad le es
difícil entender que tenga un futuro o que, por lo menos, exista uno para él.
Este
viaje aleccionador no durará mucho, el viejo del Sex-shop buscará que su pupilo
tenga un acercamiento a las mujeres, con la consigna de dejar a un lado las
malas amistades. Hará de intermediario, de cupido si se quiere, pero no valdrá
de nada, por la torpeza y la falta de entendimiento del sentido figurado de Michael,
la cita será un desastre.
Michael
revelará el secreto de Don a su cita, dejando resquebrajada la relación
maestro-alumno, padre-hijo. Un quiebre en un acto desesperado por encontrar el
amor. Un sentido a su vida, como el Quijote de Cervantes.
A
mi parecer la obra empieza como una comedia, los personajes van marcando la
pauta y eso genera que tenga un punto de partida fresco, amigable y
entretenido, pero termina en un drama filosófico, sobre el sentido de la vida,
la resignación y el porqué de las cosas. Una evolución continua que nos hace vernos
reflejados en uno de los dos personajes, porque en la vida o eres Don (Leonado
Torres Vilar) o eres Michael (Gabriel Poémape).
Como
espectáculo “Ficción para adultos” cumple con su objetivo, es entretenido,
tenso, aleccionador por momentos y catártico. Recomendado para una noche en la
que se quiera ver una propuesta diferente en las siguientes semanas.