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Pequeñas infidelidades: la cadena tiene que romperse por algún lado

El tiempo en la cabeza es una mentira. Los recuerdos son muchas veces una reinterpretación de la realidad, con varios adicionales de por medio. Si dos personas han pasado por la misma experiencia, lo más probable es que cada uno tenga una versión de los hechos, y esa, a su vez, es la verdad para cada uno de ellos.

(Advertencia, este post contiene spoilers)

Pequeñas infidelidades como obra es esto, dos personas que luego de separarse más veinte años se vuelven a encontrar. En medio de una conversación se van revelando una serie de infidelidades por partes de ambos. Una expareja que a pesar del tiempo tiene mucho que decirse, un ciclo que nunca se cerró.

Luego de entrar en contexto. Podemos decir que “Pequeñas infidelidades”, es una representación humana de la vida contemporánea, donde todo lo que sucede depende de la interpretación, incluso, el abuso. Siempre hay dos frentes. Sin embargo, cuál el recuento correcto, eso depende del espectador.

Por otro lado, para entender el efecto de lo que genera esta obra, y el teatro, por supuesto, tenemos de que dejar de lado cualquier esbozo de una mente conservadora. Y hablar de la infidelidad como lo que es, una traición a la confianza de un acuerdo mutuo, y algo más común de lo que se aparenta.

Un factor determinante en esta obra es el alcohol, que permite que poco a poco la conversación entre Alejandro y Ema vaya escalando, o, por el contrario, descendiendo hasta no poder más. Ella, con un trabajo indagatorio, casi periodístico, logra su objetivo: que Alejandro confiese. Pero no queda ahí, una vez, teniéndolo contra las cuerdas sigue arrinconándolo, hasta que se revela una violación y él, como antes y durante toda la trama, trata de minimizar sus actos, como si fuera una cosa de todos los días. Como si su valor como persona estuviera sobre lo demás, como si su palabra valiera más que el de una víctima.

Finalmente, esta conversación entre dos personas que se han querido en algún momento de sus vidas va cambiando, pasa de ser una conversación amable entre copas, a ser una escena de terror, dónde Alejandro intenta forzar el momento y ante la negativa de Ema, termina pasando lo inevitable.

Pequeñas infidelidades es una obra cruda y con brotes de humor, que busca, entre otras cosas, cuestionar de qué nos reímos cuando hay una historia de abuso sin condena de por medio.